miércoles, 14 de septiembre de 2022

God Save the Queen

El 8 de septiembre quedará marcado en la historia como el día que falleció la reina Isabel II. La noticia conmocionó al mundo. Y es que muchos habíamos vivido toda nuestra vida conociendo a Isabel II como “la Reina de Reino Unido”. Con decir que hacía poco había celebrado sus 70 años como reina. Toda una vida, diría la canción.

Muchas habían sido las ocasiones en las que bromeábamos con que iba a durar más que su hijo y heredero Carlos, ahora Carlos III. Incluso en más de una ocasión se decía que el secreto de la Reina Madre era un vasito de Beefeater (ginebra) todas las mañanas. Sea como fuere, a sus 96 años, parecía incombustible. Pero también hay que recordar que, desde que el año pasado (abril 2021) falleciese su marido, Felipe, Duque de Edimburgo, y desde que en febrero de 2022 cogiese el COVID, se la veía más débil, ausentándose de actos solemnes como las famosas carreras de caballos de Ascot, de la que era una ferviente forofa. Incluso en las celebraciones de sus 70 años de reinado, se mantuvo ausente en ciertos actos o su participación por tiempo limitado.

Hacía dos días precisamente, que había recibido a la nueva primera ministro Liz Truss en su castillo de Balmoral en Escocia, donde se encontraba descansando y no en Londres, en Buckingham Palace, donde era tradicional hacer esta recepción. Es posible que este fuese su último acto público antes de fallecer.

En estos días los reportajes de televisión, los informativos, e incluso hasta en la sección de deportes, hablan sobre la reina y nos la presentan en todas sus facetas, buenas y malas. Y al ver a los británicos llorar y emocionarse por su reina, me surgía la pregunta y a la vez duda: ¿En España sucedería lo mismo con la muerte de Felipe VI o incluso de Juan Carlos I? Es posible que algunos se emocionasen y rompiesen en un llanto largo y amargo, pero estoy seguro que la mayoría no se inmutaría e incluso aprovecharían para volver a criticar la función de la monarquía española, lo innecesario que resulta su papel e incluso del gasto que supone para las arcas del país. Pero que los gestos y el luto con el que se está viviendo en Reino Unido y en todas las zonas de la Commonwealth de donde era reina, no se verían en España.

La monarquía en Reino Unido no sólo tiene un papel de representación del país, sino que además son los máximos líderes políticos y religiosos. Todo pasa por ellos. De ahí que su papel sea más que un simple representante del país, que firma las leyes una vez que están aprobadas en el Congreso y en el Senado y que recibe el juramento del Gobierno de Ministros una vez elegidos. En Reino Unido, todo pasa por la corona y la corona tiene otro tipo de consideración. A pesar de ser una monarquía parlamentaria, el planteamiento y el poder es diferente al español.

Hace unos meses, el rey Felipe VI hacía público su patrimonio. Indicaba que tenía 2,6 millones de euros, pero también declaraba que no había propiedades inmobiliarias ni coches a su nombre. Este dinero estaba en fondos y depósitos y era fruto de sus ingresos desde que fuera nombrado príncipe de Asturias. Se supone que son, por lo tanto, ingresos por sus cargos y trabajos.

El rey Carlos III, por su parte, hereda, no solo una corona distribuida en varios continentes (hay que recordar que Canadá y Australia, entre otros pertenecen a la corona británica). También hereda castillos, mansiones, negocios… en Inglaterra, Escocia y parte del mundo mundial. Esta es una gran diferencia con la monarquía española, ya que la corona británica es una marca comercial y cuando uno viaja a Gran Bretaña se puede encontrar banderitas, tazas, camisetas y miles de recuerdos con la imagen de la reina Isabel II, que, supongo yo, ahora serán cambiados por la imagen del Carlos III. Nuestra monarquía española vive y reside en propiedades del Patrimonio Nacional y cuando veranea, lo hace en propiedades del Patrimonio Nacional y no en propiedades personales, porque en principio no existen.

Y para terminar, hay que señalar que la reina será despedida a lo grande, acompañada de miles de mandatarios mundiales, el día 19 de septiembre. Once días después de su muerte. Hay que pensar que en este tiempo ha sido velada en Edimburgo (Escocia) por todo su pueblo, y trasladada a Londres, donde continúa siendo velada por su pueblo. Curioso el vuelco del pueblo escocés con su monarca, cuando en 2014 hacían un referéndum para ver si se separaban de la corona británica o no. ¿Sería lo mismo si ocurriese en Cataluña o en el País Vasco?

Por no decir que, el féretro ya ha entrado en proceso de descomposición y por lo tanto las medidas de higiene y de protección del cuerpo han debido de ser magníficas.

¡God Save the Queen and God Save the King!

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