miércoles, 21 de septiembre de 2022

La contraofensiva de Ucrania

Desde hace un par de semanas, la guerra de Ucrania, perdón, la Misión Especial para Liberar a Ucrania del Nazismo y Desmilitarizarla, como señalan desde el Kremlin, ha dado un cambio de rumbo. Lo que en un principio parecía un éxito rotundo y un paseo a la victoria por parte de un ejército mejor equipado y preparado, el ruso, se ha empezado a convertir en una desbandada en la que “tonto el último” y “sálvese quien pueda” por parte de los soldados rusos, empieza a tomar sentido. Y es que Ucrania, o mejor dicho, su ejército, ha empezado a tomar ciudades y regiones que habían sido invadidas por los rusos cuando comenzaron su ofensiva en el mes de febrero.

Lo cierto es que esta guerra se venía venir ya en el mes de noviembre del año pasado. Con la disculpa de unas maniobras a gran escala por parte del ejército ruso, habían desplegado todo su poderío a lo largo de la frontera entre Ucrania y Rusia. A esto se había añadido Bielorrusia que, permitiendo la entrada de las tropas rusas en su país, y junto a las suyas, también realizaban maniobras en la frontera ucraniana. Hasta que llegó el día, el 24 de febrero, las tropas rusas cruzaban las fronteras y, en una rápida ofensiva, se plantaban a las puertas de Kiev con miles de carros de combate. Todos recordaremos aquellas imágenes de 50 kilómetros de tanques avanzando hacia Kiev. Aquella rápida ofensiva se vio frenada en varias ocasiones, porque los tanques de atascaban en el barro o bien porque los ucranianos, en su huida, volaban los puentes para impedir el paso de las tropas invasoras. Lo cierto es que llegaron a las puertas de Kiev, pero no pudieron entrar. Eso sí, la capital no se libró de los bombardeos que duraron semanas y que se producían a todas horas del día, impidiendo que la gente pudiera salir de los refugios y además que toda la vida de la capital se paralizara por completo.

Por otra parte, mientras la invasión rusa se producía y avanzaban sin descanso, los países occidentales y en concreto los países de la OTAN, se organizaban para proporcionar a Ucrania armamento y municiones con los que poder hacer frente al invasor. El problema era que todo este armamento no era como el que estaba acostumbrado a utilizar el ejército ucraniano, lo que supuso que muchos soldados tuvieran que dejar el frente e irse a la frontera con Polonia, e incluso atravesarla, para poder ser formados en el uso de este armamento. Se hablaba de 4 meses por lo menos para poder hacerse con esta nueva tecnología y su manejo en perfectas condiciones y que no se produjeran desgracias al utilizarlo.

Muchos “voluntarios” europeos y americanos, empezaron a llegar a Ucrania para unirse, de forma desinteresada a la causa y proteger a este pueblo que estaba siendo invadido y que, por otra parte, mujeres, ancianos y niños, huían hacia el extremo occidental del país e incluso a países europeos que los recibían como bien podían. A España llegaron muchos de ellos, y aquí continúan por el momento, sin saber cuándo y cómo podrán regresar.

Y los meses pasaban. El ejército ruso estaba estancado. No avanzaban. Kiev no caía y por lo tanto empezaron a retroceder. Entonces Putin salió a defender que sólo querían quedarse en Donetsk y Dombás, zonas de habla rusa y, que él entendía que querían pertenecer a Rusia, porque estaban descontentos con el gobierno ucraniano. Así que sus tanques se centraron en estas zonas. Por el sur Odesa y Mariupol como puertos de mar y de salida al mismo y también porque eran, por así decirlo, la única esperanza de Ucrania de poder exportar sus productos. Aquí fue donde conocimos y descubrimos que Ucrania era el granero de Europa y lo cierto es que empezamos a sentirlo en la escasez de trigo, harinas, aceite de girasol…, entre otros. Nunca lo habíamos pensado y posiblemente no lo habríamos descubierto de no ser por esta guerra.

Pero fue en el mes de agosto cuando comenzó la contraofensiva ucraniana. Evidentemente, la ayuda militar había sido continua, pero por fin, los soldados ucranianos habían podido aprender el manejo de los cañones de precisión, de los lanzamisiles occidentales y cómo no, de la información proporcionada por los satélites americanos. Información muy valiosa ya que, ahora se trataba de conocer la posición exacta del blanco, programar el lanzamisil y apretar el botón. La precisión era exacta. De esta manera empezaron a destruir muchos de los almacenes de armamento ruso que se mantenían en retaguardia, el avance de los tanques era frenado y algo muy importante, las baterías antiaéreas empezaron a hacer estragos entre los aviones rusos y los misiles lanzados por los barcos rusos situados en el mar de Azov y el mar Negro. Incluso llegaron los misiles a territorio ruso, tanto en Crimea como en la frontera rusa. El objetivo era destruir los almacenes de armamento ruso, impidiendo así que llegasen al frente.

Tres están siendo las claves de esta contraofensiva ucraniana. En primer lugar la ayuda inestimable de occidente, con el envío de armamento, el enseñar a manejarlo y la información proporcionada por EEUU con los satélites. En segundo lugar la motivación ucraniana, que tiene claro que la única forma de terminar con este conflicto es una victoria. Victoria que les llevaría a zanjar el tema definitivamente, porque vencerían a Rusia, potencia mundial y que además les podría llevar a volver a unificar su territorio con Crimea. Y en tercer lugar la desmotivación y cansancio de las tropas rusas, que se están viendo envueltas en una guerra que no tiene fin, que no va con ellos, ya que Ucrania no había amenazado en ningún momento a Rusia, y que además muchos de ellos no tienen preparación adecuada y cuando se ven acorralados, salen huyendo, abandonando armas, uniformes y todo lo que tienen, por poner tierra de por medio. Muchos de estos soldados son inexpertos, jóvenes e incluso reclutados en las zonas más alejadas con la frontera ucraniana, porque es evidente que soldados de Moscú o de San Petersburgo, no van a ir a luchar a una guerra en la que se van a encontrar con quienes han sido sus propios hermanos hasta hace unas décadas. 

Y mientras todo esto ocurre en el frente ucraniano, mientras el ejército ucraniano avanza y recupera en dos semanas las posiciones que a Rusia le ha costado seis meses conseguir, en Moscú comienzan a oírse voces discordantes, pero no del pueblo llano, sino de arriba, de los mandatarios y colaboradores de Putin. Empiezan a poner en duda que Putin lo esté haciendo bien y le piden que declare la guerra formalmente y así se puedan reclutar muchos más soldados y que entre con toda la caballería en Ucrania, porque en el fondo este territorio les pertenece. Tenemos que recordar que Putin no ha dejado de soñar con la reunificación de la Unión Soviética, y el primer paso es Ucrania. Aunque ya había dado algunos en su momento, como cuando invadió Georgia en 2008 o en 2014 Crimea.

La guerra seguirá alargándose, porque ninguno de los dos va a dar su brazo a torcer. Ucrania lo tiene claro, la victoria es la única salida. Rusia puede pedir diálogo, pero sabe que ahora mismo tiene las de perder y no va a salir bien parada. Por lo que, todavía tendremos guerra, aunque por todos es sabido que llega el otoño, con la Raspútitsa, que es ese fenómeno en el que el campo ucraniano se convierte en un barrizal (y que ya vivieron en los meses de marzo y abril, porque este fenómeno se produce en otoño con las lluvias y en primavera con el deshielo), y donde los tanques se hunden por completo y las tropas a pie tampoco pueden avanzar. Y tras este fenómeno natural, llegará el invierno con las nevadas intensas propias de estas zonas de Centroeuropa. Así que, unos y otros saben que la guerra puede quedar bloqueada en el momento que empiece el otoño o terminar definitivamente justo antes.

Sea lo que sea, la invasión de Ucrania se ha convertido en un mal trago para los rusos y especialmente para Putin, que pensaba que aquello iba a ser “coser y cantar”.

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