martes, 2 de noviembre de 2021

¡A dónde hemos llegado!


Esto es noticia en la prensa, en este caso en la radio, española. Escuchemos con atención este vídeo.

El director general de derechos de los animales indica que no podemos hablar de "animales de trabajo", porque no están sindicados y porque no tienen conocimiento de que trabajan. Entonces sólo habrá "animales asociados a tareas", como por ejemplo caza, seguridad, emergencia o personas con discapacidad (los perros de la ONCE, vamos).

Genial, ya verás que pronto aparece un sindicato para afiliar a los animales que trabajan y por lo tanto un "chiringuito" más para vivir de las subvenciones sin pegar un palo al agua. Creo que mañana mismo me voy a acercar yo a Servicios Sociales para apuntar este sindicato animalista.

Pero es que lo más gordo es que este señor cobra 80.000 euros al año por pensar por los animales y pensar en los animales. Felicidades señores gobernantes, que cada vez son más animales que los animales que tanto defienden.

Estamos en una sociedad en la que tiene más valor la vida de un animal que la de un niño que todavía no ha nacido. En la que es más importante la vida de un animal que la vida de una persona que está a punto de morir por la enfermedad que tiene y por lo tanto hay que "apagarle" porque está sufriendo, cuando hay medios para que esa persona pueda ir dejando este mundo sin sufrir, poco a poco. No, lo importante es acabar con su vida cuanto antes, que así no sufre.

Hoy nos preocupamos más por los animales de compañía que de los hijos. Incluso hay familias que prefieren tener un perrito antes que un hijo. O que se preocupan de que a su perrito no le falte de nada, porque "sacian todo su amor de padres" con ese perrito y no con un hijo. El perrito es más fácil que el hijo y además, cuesta menos dinero.

Seguramente, si nuestros abuelos de los años 50 escuchasen estas declaraciones, dirían: "¿estamos tontos o somos tontos?" Por lo menos mi abuelo así lo diría. Porque él, hombre de campo, vivía en su casa de pueblo donde no faltaban dos cerdos que se cebaban durante todo el año para matarlos en diciembre y poder obtener embutidos y jamón para todo el año. O que tenía sus gallinas que, no sólo ponían huevos, sino que además servían para hacer un buen caldo de gallina. O los conejos que nos comíamos sin ningún remilgo. O incluso la pareja de vacas que tiraban del arado, del carro todos los días y nos daban una leche deliciosa con la que elaborábamos una mantequilla deliciosa. Y en ningún momento, ni animales, ni mi abuelo, se planteaban si estaban trabajando o no. Los animales ayudaban en casa y diariamente recibían su ración de pienso, paja, restos de comida, paseaban por el corral, picoteaban por aquí y por allá y salían a pacer al campo, tumbándose a la sombra de un árbol para reposar toda la tarde.

Así que nada, señor director general de los derechos de los animales, siga luchando por los derechos de los animales, que seguramente, mientras se preocupa de ellos, los hombres y mujeres trabajamos como animales para poder llegar a final de mes, sin tener que preocuparnos de la subida de la tarifa de la luz, de la subida de los alimentos o incluso de la subida de los impuestos, para que ustedes puedan seguir "pensando en los pobrecitos animales".

Por cierto, en mi casa hay un perro y un agaporni, que viven, como animales, pero que no les falta de nada y tampoco están pensando en si tienen que afiliarse a un sindicato para que se les reconozcan sus derechos, porque los animales, creo, no tienen preocupaciones tan mundanas y humanas. Pero ante todo, no les falta nunca un hueso que roer o una semilla que picar.

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