viernes, 12 de febrero de 2021

Esto parece tomadura de pelo

Cada vez me encuentro con más gente que piensa que detrás de toda esta historia de la pandemia, hay gato encerrado. No porque sean negacionistas y nieguen la existencia de la pandemia, yo por lo menos no niego que exista un virus que haga que provoque que la gente enferme y que muera. También hay que reconocer que la gente que muere, en su gran mayoría tienen otras patologías y se complican con esta historia. 

No niego que exista y tampoco niego que las mascarillas sean efectivas, porque se ha comprobado que están evitando este año la gripe. Hemos encontrado una solución para que en un futuro, evitar todos esos colapsos por gripe en los centros sanitarios, algo típico otros años. Este año no hay gripe, y los colapsos se producen por el COVID. Tampoco niego entonces la efectividad de las mascarillas.

Lo que sí me preocupa y niego es que los gobiernos, no sólo el español, todos los gobiernos a nivel mundial, están aprovechando esta situación para realizar gastos poco efectivos y de decretando de forma urgente actuaciones y situaciones que muchas veces no sirven o se demuestra que no son útiles. En el fondo se están realizando acciones que en otros tiempos no se llevarían a cabo. Y esto en nuestro país se está viendo de forma evidente y se están dando concesiones a dedo como medida urgente.

Volviendo a lo que decíamos al principio, cada vez somos más gente los que decimos que hay gato encerrado, porque vemos cosas raras. Por ejemplo, en la primera ola, cuando nos atacó el virus en marzo de 2020 con fuerza, la reacción de nuestro gobierno, y el de casi todos los gobiernos fue la de cerrar. Nos encerramos en casa, cerramos los comercios, quedando las farmacias y supermercados como locales indispensables. Todo cerrado e incluso hasta las fábricas se cerraron. Esta fue la primera reacción por miedo, desconocimiento. No sabíamos lo que se venía encima. No estábamos preparados. Seguimos sin estarlo, pero en aquel momento estábamos menos preparados. Alguno puede decir, es que ya llevábamos escuchando cosas sobre el virus en China casi tres meses, ya a finales de diciembre empezaron a hacerlo público. Pero el desconocimiento de cómo actuar ante esta situación hizo que los gobiernos tomaran la decisión de cerrar. Solucionó el problema temporalmente, pero provocó una gran crisis económica de la que nos va a costar salir mucho tiempo. La situación se solventó y pasamos, con esas medidas drásticas, el primer golpe de la pandemia. Afectó mucho a la economía pero las medidas fueron efectivas para lo que realmente se quería.

La segunda ola, después de verano. Salimos todos muy entusiasmados y con muchas ganas de volver a encontrarnos y así nos fue. Terminamos el verano y volvimos a subir en los contagios. Las medidas se habían relajado y la gente también y la situación volvió a pegar fuerte. Empezaron a decir que había que salvar la navidad y a tomar medidas nuevamente para ello. Volver a encerrarse y a tomar medidas severas. En Melilla se cerró la hostelería, porque eran los grandes contagiadores, fueron la cabeza de turco. Las tiendas continuaron abiertas pero la hostelería tuvo que cerrar, porque allí todo el mundo se contagiaba. Aquello no funcionó y se demostró que no era culpable de nada, porque los casos subían sin parar y los bares estaban cerrados. Las medidas en esta segunda ola supusieron para muchos comercios, y sobre todo bares y restaurantes, la puntilla final, cerraron definitivamente y no volvieron a abrir. Pero pudimos llegar a la navidad y volvimos a abrir y disfrutar de la navidad. Tampoco nos dejaron tanta libertad como creían que nos dejaban y nos pusieron trabas y pegas por todas partes.

Después de la navidad nos llegó la tercera ola y otra vez la propuesta de cerrar. En muchos sitios, como en Melilla, se dieron cuenta que volver a cerrar la hostelería no servía para nada y se les permitió mantenerse bajo mínimos, forma también de evitar las subvenciones y ayudas. Se pusieron límites pero pudieron seguir trabajando y de esta forma se podría seguir "malviviendo", pero con una pequeña entrada que ya no dependía de si te daban la ayuda o no, de si llegaba el ERTE o no llegaba.

En otras localidades sí que han dicho, tercera ola y se vuelve a cerrar la hostelería, como en el País Vasco, o en Valencia, Murcia o Cataluña. En el País Vasco vuelven a cerrar a cal y canto la hostelería, para intentar ahora salvar la Semana Santa. La semana santa está cancelada, no van a realizarse procesiones, no hay celebraciones multitudinarias. Las celebraciones se realizarán en la medida que se puedan hacer, como ocurrió con la navidad, donde tampoco hubo celebraciones y estas se redujeron hasta en el número de participantes en una casa. Tal y como estamos en Melilla ya veremos si podremos asistir a los oficios, porque hoy no tenemos posibilidad de ir a misa los domingos. Sí entre semana, pero los domingos no.

Lo curioso de todo esto es que los culpables somos los ciudadanos. Parece ser que el aumento de los casos o la disminución de los casos es por culpa de los ciudadanos. Así estamos echándonos la pelota de unos a otros. Y para los políticos los culpables de todo esto somos los ciudadanos. Porque no seguimos las normas que ellos nos imponen y no acatamos las condiciones que nos dicen. Alguien tiene que tener la culpa y los políticos y gobernantes no son.

Hasta el punto que el martes 9 de febrero, a un juez en el País Vasco se le inflan las narices y dice que viendo los datos que tiene, la información y la situación, no ve culpable a la hostelería y por lo tanto decreta que no tiene por qué estar cerrada y parada, por lo que a partir del 10 de febrero la hostelería abre. Se mantienen las restricciones y aforos, pero la hostelería abre. Y esta sentencia puede abrir camino a muchas más en el resto de Comunidades Autónomas. Y es que la hostelería ha sido el chivo expiatorio desde el principio.

Se toman medidas que, vistas con la cabeza, no tienen mucho sentido. parece que van a golpe de mata. Por ejemplo, uno no puede juntarse con más de 3 personas, porque el virus te contagia, pero luego los metros y tranvías van hasta arriba. Hay que respetar el turno y la cola en el aeropuerto y luego resulta que nos montamos en el avión y las distancias ya no son importantes. Tenemos que estar en casa a las 22:00h porque si uno está en la calle a esa hora, tiene más probabilidades de contagiarte. Y ya lo mejor de todo, los ciudadanos tenemos que respetar estas normas, pero los políticos se las pueden saltar, tal y como se está viendo diariamente, porque con ellos no van.

Así que, toda esta historia te lleva a pensar que esto es una tomadura de pelo que se está aprovechando, por unos pocos, para sacarle el partido que ellos quieren y hacer lo que les da la gana para su provecho. Tantos contratos a dedo que se están dando, con motivos de urgencia y además a gente y empresas que nunca han tenido nada que ver con sanidad. Y por si fuera poco llega el tema de la vacuna, que es otro capítulo a parte.

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