domingo, 18 de octubre de 2020

Una mentira más sobre las mascarillas

La población española llevamos con las mascarillas a cuestas antes de que terminase el estado de alarma. En un momento se planteó como algo opcional, el que quisiera llevarlas que las llevase. Posteriormente pasó a ser un objeto obligatorio. Había que llevarlas sí o sí. Solo se "libraban" de llevarlas aquellos que, con un informe médico, no pudieran llevarlas por motivos médicos.

En pleno verano descubrimos el por qué habíamos pasado de voluntarias a obligatorias. El amigo y "falso doctor" Fernando Simón, nos explicó en plena rueda de prensa, que el problema había sido que al principio no teníamos mascarillas. Luego, cuando ya empezamos a tenerlas, fue cuando se decidió que debían ser obligatorias. Vamos, que el famoso conjunto de expertos, a quienes llevan consultando el qué hacer desde el mes de marzo, ven que las mascarillas son necesarias, solo cuando ya tenemos posibilidad de abastecernos de las mismas.

Al principio de la pandemia, todo tipo de mascarillas eran válidas. Claro no había. Entonces se publicaban por internet los patrones para que cada uno pudiera fabricárselas de tela. Empezamos a ver diferentes diseños e incluso algunas muy graciosas, de flores, rayas y todo lo que cada uno podía imaginar. Cada uno se buscaba las formas que podía, porque ir a buscar mascarillas a las farmacias, era misión imposible.

Teníamos que traerlas de China, de Turquía, de donde fuera, porque en España no las fabricábamos en cantidad suficiente para abastecernos. Surgió una fábrica en Vizcaya donde se fabricaban, pero en muy pequeña escala, con lo que esta empresa tuvo que comprar maquinaria a China, montarla a contrarreloj y empezar a fabricarlas ellos. En cosa de meses consiguieron hacer lo que hubiera costado meses. Montar dos máquinas de máxima producción, trayéndolas de China y que los técnicos pudieran aprender su uso. Así que se empezaron a fabricar en gran producción.

Pero el gobierno español, que tenía puestos los ojos en otros intereses, no se interesaron por la producción de mascarillas españolas, sino que era mejor seguir trayéndolas de China. Así que la empresa española se dedicaba a vender mascarillas a Francia y Bélgica, mientras nosotros las traíamos de China. En el mercado empezaron a surgir multitud de mascarillas. Incluso algunas que no cumplían la normativa y que por lo tanto tenían que ser retiradas del mercado, una vez que habían sido entregadas a los usuarios. Llegamos a tener casos en los que las mascarillas que habían sido llevadas durante todo el día, resultaban que no servían para nada, porque no protegían.

La cantidad de mascarillas que empezamos a encontrarnos en el mercado, los distintos importadores que las traían y las ofrecían en farmacias, tiendas e incluso por internet..., provocó el aumento desproporcionado de los precios. Desde 1 euro hasta 10 euros se podían pagar por la misma mascarilla. Así que el gobierno se vio obligado a regular el precio. Después de varios días, el gobierno decidió que el precio de la mascarilla quirúrgica, que era la más utilizada y más barata, no se podría vender a un precio superior de 0,96€. Ahora bien, el IVA de este producto no sufriría cambios. Estaba grabado con un 21%, como artículo de lujo. Así que de cada 96 céntimos que nosotros pagamos por esta mascarilla, 20 céntimos van directamente al Estado. ¡Buena forma de recaudar impuestos indirectamente!

Han pasado 6 meses desde que nos impusieron las mascarillas. Hoy se han convertido en un accesorio obligatorio y necesario para todos los ciudadanos españoles. Las mascarillas de tela que nos hemos fabricado en nuestras casas tampoco valen si las telas no están homologadas. Las mascarillas de tela que compramos en las tiendas tienen que cumplir con la normativa UE y por lo tanto lo tienen que indicar. Si quieres viajar en avión te obligan a que sean una mascarilla quirúrgica y no otro tipo. Y el precio sigue siendo el mismo y el IVA también.

Hace unos días, le preguntan a la portavoz del gobierno si no es posible bajar el IVA de las mascarillas que ahora se han convertido en artículo obligatorio y que supone a muchas familias un gasto muy elevado a final de mes. La respuesta de esta señora es que es Europa la que determina el IVA de los productos y que no es una decisión del Gobierno español el subirlo o bajarlo. ¡Y se queda tan ancha! Pero cómo es posible que nos mienta a la cara y se quede tan tranquila. Lo peor es que encima se cree ella la mentira. ¿Y por qué es mentira? Pues porque la mayoría de los países europeos, tan solo Eslovenia tiene el 22% de IVA en las mascarillas, lo han bajado. En Francia, desde mayo, disfrutan de un 5,5% de IVA. En Italia han ido más allá y tiene 0% IVA. En Portugal lo han dejado en un 6% IVA. ¿Y nosotros somos incapaces porque nos lo exigen la Unión Europea? ¿Y por qué ellos sí y nosotros no? Europa explicó que era ilegal, pero no que no iba a plantear más problemas con el tema. Así que viendo esta respuesta de Europa, lo más normal es que nuestro gobierno bajase este IVA sin ningún planteamiento más. Para unas cosas son muy legalistas pero para otras se las saltan a la torera, como está ocurriendo con el tema de la elección de los jueces, que posiblemente hablemos otro día.

El tema del IVA tiene tres cotas: 21% para aquellos productos de carácter general y que se impone en los bienes normales. El 10% (IVA reducido), que se aplica en los alimentos que no tienen reconocido un porcentaje inferior, así como algunos eventos de ocio y cultura. Y el 4% (IVA superreducido), que se centra en los productos de primerísima necesidad y que se considera que consume todo el mundo, independientemente de la renta de cada uno. Es en este rango de IVA donde tendrían que situarse actualmente las mascarillas, porque se han convertido en un artículo obligatorio y además de primera necesidad. Todo el mundo tiene que llevarla.

Pero claro, si se redujese este impuesto del 21% al 4%, el Estado dejaría de recaudar 20 céntimos por mascarilla y recaudar 3 céntimos por cada una de ellas. Y esto supone una gran pérdida de millones de euros que, como impuesto indirecto, se embolsan las arcas del Estado. Y tal y como está la cosa, en donde todo son ayudas, todo es salida de dinero para unos y para otros, donde los gastos se han multiplicado y triplicado, dejar de ingresar esta cantidad de euros, no es un buen negocio para nuestro Gobierno. Así que seguiremos gastándonos una buena cantidad de dinero en las mascarillas, mientras a ellos les dé la gana.

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