sábado, 17 de octubre de 2020

Acoso y derribo contra la hostelería

Nuevamente se toman medidas ante el aumento de los casos de COVID-19 en toda España. En Cataluña y en Melilla han cerrado todos los bares, restaurantes y establecimientos de ocio durante 15 días. ¡¡La ruina para todos ellos!! Prometen ayudas para paliar los problemas económicos que estas medidas pueden ocasionar en todos ellos, pero no dicen cuándo llegarán estas ayudas. Todavía a fecha de hoy, mediados de octubre, estamos esperando las ayudas prometidas por el estado de alarma de los meses de marzo, abril y mayo. ¿Para cuándo serán?

Seguramente que muchos propietarios recibirán estas ayudas cuando ya definitivamente no tengan remedio y no puedan volver a abrir. Tras el estado de alarma ya han sido muchos los bares y restaurantes que no han podido abrir, porque no han aguantado económicamente. Me da la sensación de que el gobierno piensa que en este país hay muchos bares y restaurantes y hay que limitarlos, provocando cierres masivos a causa de la crisis económica. Si mal no recuerdo, ni la crisis de 2008 ocasionó que tantos bares y restaurantes tuvieran que cerrar como lo están haciendo ahora.

Lo que no entiendo muy bien son los datos que se dan y que, cruzándolos, no tienen mucho sentido. Voy a centrarme en la ciudad de Melilla, que es de donde tengo los datos. Durante el estado de alarma la ciudad estuvo cerrada a cal y canto. La frontera con Marruecos se cerró incluso antes de decretarse el estado de alarma. El puerto y el aeropuerto también estuvieron cerrados. Para viajar había que solicitar un permiso a la Delegación de Gobierno, quien valoraba si el motivo era justificado o no para viajar, tanto de Melilla a Málaga como de Málaga a Melilla. El aeropuerto permaneció cerrado todo el tiempo que pudo, pero aviones tampoco llegaban ni salían.

Esto provocó que los casos de COVID en la ciudad fueran mínimos. Tan sólo dos muertos y unos 300 casos positivos localizados. Los asintomáticos no se podían contar porque no se hacían pruebas PCR, ni test, pero eso era algo general para todo el país, por lo que, si había muchos casos positivos asintomáticos, no pudieron ser valorados.

Tras el estado de alarma, los bares y locales de hostelería empezaron a abrir, siguiendo las distintas fases. De tal manera que a mediados de junio, prácticamente estaban abiertos todos los locales que pudieron recuperarse. La gente empezó a asistir a ellos con cierta normalidad, prefiriendo los locales con terrazas que los interiores, pero sin descartarlos tampoco. Así estuvimos todo el mes de julio, sin casos. Incluso estuvimos una semana sin ningún caso, siendo los únicos en toda España que teníamos esa condición. El puerto y el aeropuerto empezaron a circular con normalidad.

El problema empezó a principios de agosto cuando se empezaron a dar los primeros casos positivos importados. Fueron viajeros que venían de Bélgica, de Granada y que venían a Melilla a celebrar la fiesta del cordero, fiesta grande de los musulmanes. Estos casos fueron aumentando día a día. Y mientras tanto los bares y los restaurantes seguían abriendo, tratando de cumplir al máximo las medidas de seguridad (gel, mascarillas constantemente incluso para ir al baño, higienizar mesas y sillas, aforos limitados, hora de cierre a la 1 de la madrugada...). 

A mediados de septiembre esto ya estaba disparado y entonces sale un estudio realizado en la ciudad indicando el porcentaje de contagio en los espacios. La mayoría de los contagios se producían en encuentros familiares y tan sólo el 5% se producía en bares y restaurantes. Ese dato era insignificante comparado con el resto. Pero para nuestros políticos el problema empezaba a estar en los bares y restaurantes, donde se contagiaba la gente mayoritariamente.

Así que, a principios de octubre se decretó que los bares no podían servir en la barra salvo que se utilizase como mesa y estuviesen sentados. Perfecto, los bares asumieron la norma y siguieron controlando los aforos. Se cerraron los parques infantiles y se limitaron los grupos a 10 personas. Pero finalmente a mediados de octubre, el gobierno de la ciudad cree que tiene el tema descontrolado y entonces es cuando deciden que los culpables de todo son los bares y los restaurantes y los cierran. Las tiendas cierran a las 8 de la tarde y los bares directamente cerrados. No dan la posibilidad de cerrar a las 12 o a las 11. ¡No!, directamente cerrados. Estigmatizados desde el principio, no se han planteado que esta ciudad vive prácticamente del consumo en bares, cafeterías y restaurantes.

Imagínese usted que vive en Málaga y quiere venir a pasar un fin de semana a Melilla. Pues bien, uno de los atractivos de Melilla es precisamente que te tomas tu cerveza y te ponen una tapa en condiciones y con tres o cuatro puedes cenar sin problema e incluso comer. Si ahora no tengo este aliciente, ¿para qué voy a venir a Melilla? Y si no hay gente que viene y va, adiós economía, porque el consumo se reduce. Vamos a ver cuántos bares y restaurantes son capaces de aguantar estos 15 días que tienen que estar cerrados.

Ahora bien, los bares son los malos, pero no los grupos que se reúnen en casas para celebrar los botellones que están prohibidos, o los grupos de niños que están tranquilamente jugando en el parque al fútbol, o incluso las calles masificadas de ciertos barrios de la ciudad, donde los alimentos se pueden comprar incluso en medio de la calle a un muchacho que te lo vende en una caja. ¡Esos no son problema! ¡Esos no contagian! Los únicos que contagian son los bares. En los cafetines e incluso calles de estos barrios no se contagia, sólo en los bares legales del centro de la ciudad o de ciertos barrios.

Muchas familias viven de los bares y si están cerrados no pueden tener ganancias. Ahora bien, los impuestos y gastos siguen: luz, agua, alquiler, autónomos, trimestrales que coinciden en este mes de octubre, seguros, nóminas, asesoría...

Entiendo que por unos pocos, otros sufrimos las consecuencias. Señores, castiguen a aquellos que incumplen las normas y al que trata de hacerlo bien, déjenle poder ganarse el pan diario. Si un local supera el aforo, mútenle a él, pero no nos cierren a los demás. Por favor, busquen otras soluciones que no sean tan drásticas.

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