Y llegó el ansiado día. Pero llegó con muchas condiciones. Certificado COVID, en su ausencia una PCR negativa. Pasaporte sellado. Los coches con los papeles en regla... Vamos, que aquello que se consideraba que iba a ser una masa a la carga, tanto de un lado como del otro, se quedó en un número muy reducido de personas transitando a pie y otros pocos en coche.
Además esta apertura se negoció de forma escalonada. De esta manera, hasta el día 31 no podrían pasar los trabajadores transfronterizos de forma legal. Aquellos que venían a Melilla a trabajar. Para empezar se les exigía sellar el visado y además un papeleo en el que debían presentar el contrato, un documento del empleador, el pasaporte en regla... Vamos, con decir que el primer día, en Melilla no pasó nadie, queda todo dicho. En parte hay que decir que estas medidas están bien, porque antes venían a trabajar muchos de ellos, por no decir la mayoría, sin contratos. Venían a ganarse la vida. Y ahora, la primera condición es que tienen que tener contrato. Es una forma de regularizar todas esas personas que trabajaban ilegalmente. Y por otra parte, una ciudad en la que existe tanto paro, cubre los puestos de trabajo con gente de Marruecos, cuando los primeros que deberían ocupar esos puestos son los de la ciudad. Pero claro, no es lo mismo pagar a una persona de forma ilegal, que tener que hacer contrato y dar un sueldo al melillense. Así que, qué quieren que les diga, que me parece bien que se pongan trabas para contratar a trabajadores de Marruecos, cuando tenemos trabajadores en Melilla en el paro.
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