sábado, 16 de abril de 2022

Sábado Santo: La sepultura del Señor

Jesús había muerto. Todo se había acabado. Los discípulos habían desaparecido. Estaban escondidos por temor a ser presados, lo mismo que había sido apresado Jesús. Ellos estaban convencidos que aquella subida a Jerusalén y aquella entrada triunfal del domingo, significaban que había llegado el momento de Jesús, que se levantaría contra el poder romano y lo destruiría. Pero no, todo había sido al revés. Había sido apresado, había sido azotado, había recorrido las calles de Jerusalén cargado con su propia cruz e incluso había sido colgado de ella. Y allí estaba todavía, a pocas horas de iniciar la Pascua judía.

Así que José de Arimatea, un varón justo y posiblemente del grupo de los fariseos, que era discípulo de Jesús en secreto (Jn 19, 38), se acercó hasta Pilato y le pidió poder bajar el cuerpo de Jesús antes de que se iniciasen los actos de la Pascua (Lc 23, 50-52; Mc 25, 43; Mt 27, 58). No era bueno que quedasen allí los cuerpos a la vista de todos, cuando se iba a celebrar la fiesta más importante del pueblo.

Pilato se lo concede, total, ¿qué más podía hacer por aquel que para él era justo e inocente? Así que José de Arimatea, ayudado de algunos otros, descolgaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en una sábana. Luego lo llevaron a un sepulcro escavado en la piedra y que todavía no había sido estrenado (Lc 23, 53; Mc 15, 46; Mt 27, 60). Las mujeres no pudieron hacer la limpieza del cuerpo, como estaba marcado en la ley, porque ya era la víspera de la fiesta y por lo tanto deberían esperar a que pasase el sábado (el Sabath) que era el día de reposo y descanso (Lc 23, 54; Mc 15, 42)). Y ya el domingo, muy temprano, se acercarían al sepulcro y limpiarían el cuerpo tal y como estaba señalado, con bálsamos y ungüentos olorosos, que Nicodemo, otro fariseo que también seguía a Jesús en secreto, había comprando (Jn 19, 39).

Mientras tanto, los fariseos y sacerdotes se llegan también a Pilato, pero con la intención de pedirle que asegure el sepulcro, es decir, que pusiese una guardia a la puerta porque habían recordado que Jesús, en vida, había dicho en más de una ocasión que resucitaría al tercer día (Mt 27, 63). Ellos temían que los discípulos sacasen el cuerpo y luego dijesen a todo el mundo que Jesús había resucitado, tal y como había anunciado. Para evitar eso, era mejor poner una guardia en la puerta y así los discípulos no harían nada.

Pilato, harto ya de ellos, se la concedió (Mt 27, 65). Así que ellos fueron al sepulcro, lo aseguraron y sellaron la piedra y luego dejaron allí la guardia (Mt 27, 66).

Hoy los cristianos estamos tristes. Se nos invita a meditar sobre la Pasión y la Muerte de Jesús. En este día, nuestra fe nos invita a pensar que Jesús desciende a los infiernos para vencer a la muerte. Tal es nuestra tristeza que es el único día del año que no se celebra la Eucaristía.

Artículo publicado en El Faro de Melilla

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