domingo, 15 de agosto de 2021

Fiesta de la Asunción de María al cielo

La fiesta de la Asunción de María al cielo tuvo su reconocimiento como dogma en el año 1950. A pesar de ser un dogma tardío en el tiempo, ya desde los primeros siglos del cristianismo, se mantuvo la creencia que el cuerpo de María no sufrió corrupción después de su muerte, señalando que incluso no la padeció y que posee la gloria en los cielos. En este dogma se afirma que María es subida (transportada) al cielo por los ángeles en cuerpo y alma.

Hay que tener en cuenta que, si vamos a buscar en los evangelios alguna referencia sobre este misterio, no lo vamos a encontrar. Será a finales del siglo IV y principios del V, cuando podamos empezar a leer algo sobre el hecho en distintos escritos de santos como Efrén, Epifanio y Timoteo de Jerusalén.

A finales del siglo V, los relatos apócrifos de los evangelios nos hablarán sobre el Tránsito de María, subrayando la idea de una muerte singular y representando así el elemento primordial sobre la Asunción a los cielos de María. A partir de aquí se comenzará a desarrollar un discurso teológico que llevará a proclamar, siglos más tarde, el dogma.

En el siglo VI, en Oriente se comienza a celebrar la fiesta de la Dormición de María, fijada el 15 de agosto. Dependiendo de las distintas Iglesias Orientales, unos celebran la muerte y posterior resurrección, otros sólo la muerte y el traslado del cuerpo incorrupto de María a un lugar desconocido… Lo que queda claro y evidente es que, en las iglesias orientales, la suerte final de María es que fue una muerte gloriosa. Esto significa que no fue como las que conocemos en nuestros tiempos.

Desde el siglo VII al IX, en la Iglesia Greco-bizantina comienza a afirmarse la asunción del cuerpo de María después de su muerte y su resurrección. Ya en Roma, la Iglesia latina comienza a celebrar la fiesta de la Dormición, junto con otras fiestas como la Natividad, la Purificación y la Anunciación. Lo cierto de todo esto es que empiezan a surgir diferentes posturas con respecto al tema y por una parte estaban los que admitían la doctrina de la asunción del cuerpo y por otra los que sostenían que había habido una anticipada glorificación.

Será a partir del siglo X cuando la idea de la glorificación del cuerpo de María inmediatamente después de la muerte, empiece a asentarse en la Iglesia Bizantina y en la Iglesia Latina. En esta última, tendría que venir la Reforma Protestante para negar esta idea y la respuesta de la Iglesia Católica que se aferra con más fuerza a esta creencia, hasta el punto de que, en el siglo XVIII, se hace la primera petición de que sea proclamado el dogma de la Asunción.

Todavía tuvieron que pasar dos siglos para que esta petición se viese hecha realidad. En este tiempo, comenzaron a realizarse tratados de teología intentando explicar el misterio. Existía cierto consenso, aunque también muchas discrepancias. Pero se puede decir que fue el mismo pueblo, la piedad y fe del pueblo, la que, el 1 de noviembre de 1950, llevaba a Pío XII a publicar el dogma de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos, a través de la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus.

¿Pero, qué hay detrás de este dogma? Podemos entender que este misterio no está basado ni fundamentado en los textos bíblicos, ni en los escritos de los padres de la Iglesia, sino en la fe universal de los fieles y en la tradición, que dan testimonio de una segura revelación del Espíritu Santo. La declaración de la Asunción es la declaración de un “insigne privilegio” concedido a María. El fundamento se encuentra en el sentido de que María, por su misión y privilegios, está misteriosamente unida a Cristo y a su misión, y por lo tanto a su gloria y a su victoria sobre la muerte y el pecado. La Asunción de María es la cima de todos sus privilegios desde el punto de vista cristológico, es decir, por su unión radical y permanente con Cristo. Así, María es Madre de Dios, virgen, inmaculada y asunta al cielo en cuerpo y alma. ¿Quién puede querer más?

Y dejando atrás las discusiones teológicas y el mayor o menor acuerdo con ellas, hay que señalar que la Asunción de María, celebrada el 15 de agosto, marca el inicio, o el fin, de muchas de las fiestas populares de nuestros pueblos y ciudades de España. Por ejemplo, en mi ciudad San Sebastián, esta fiesta marca la Semana Grande de fiestas de la ciudad. Semana en la que disfrutamos de la música de las charangas y de los conciertos, carreras de caballos y las demostraciones de deportes vascos (levantamiento de piedra, corte de troncos, tiro de bueyes, pelota vasca), los cabezudos y gigantes corriendo detrás de los más peques, los toros de fuego por la noche, las choznas con sus comidas y bebidas, los fuegos artificiales… Por eso, que no nos toquen esta fiesta, que, como podemos ver, es mucho más que una fiesta religiosa.

(Artículo publicado en El Faro de Melilla 14/8/2021)

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