martes, 14 de julio de 2020

Día 23 de la nueva normalidad

Parece ser que los jóvenes vascos han olvidado la historia y el pasado de su pueblo y la lucha, sin sentido, de los radicales etarras. Pues conviene que los que en aquel momento éramos jóvenes y hoy no tanto, se lo recordemos, porque algunos lo vivimos y sufrimos en nuestra propia piel.

Es conviene recordar que el 4 de octubre de 1976, ETA atentó contra Juan María de Araluce Villar, presidente de la Diputación de Gipuzkoa en aquel momento. Allí murieron también su conductor y sus escoltas, uno de ellos Alfredo García González, de 29 años y natural de León, íntimo amigo de mi familia y que todas las noches venía a mi casa a cenar, y aunque yo todavía era un niño, me acuerdo perfectamente de aquel policía nacional que jugaba conmigo mientras charlaba con mis padres. Primer golpe duro para mi familia, ya que encima mi padre tuvo que ir a recoger el coche tras el atentado y encontrarse allí con un amigo ametrallado por esta panda de asesinos.

El 27 de marzo de 1978 hizo explosión en el Parque Ministerial de San Sebastián, donde residíamos, un explosivo colocado en los bajos de las oficinas. No hubo víctimas mortales pero sí heridos y daños materiales, entre ellos el coche de mi padre que estaba aparcado a la puerta. Pudo haber sido peor porque los depósitos de gasoil estaban al lado, pero también pudo ser peor porque hacía una hora que un grupo de niños y niñas que vivíamos allí, estábamos jugando por aquella zona y habíamos pasado por delante del local. En el momento de la explosión estaba ya acostado y sentí temblar toda la casa y los cristales. La tapa del cajón de la persiana se desprendió y quedó colgando de una esquina y gracias a Dios no calló, porque lo hubiera hecho sobre mi cabeza, con lo que me podría haber provocado una grave lesión. De aquella estuve una semana en la cama enfermo, no por lesiones, sino por la ansiedad que me provocó la situación.

Los años 80 fueron duros. Diariamente volaban (literalmente: volaban) coches en el País Vasco e incluso en otras zonas de España. Desgraciadamente vivía en unas viviendas del Ministerio y en la zona trasera había una residencia de la policía nacional. Más de un coche voló al paso de los coches policías. Y curiosamente lo hacían a la hora de volver al colegio. Explotaba un coche y 10 minutos más tarde tenía que subir yo al colegio por aquella zona. Más de una vez nos encontramos policías en el colegio buscando restos de los coches que explotaban en la zona baja.

Tampoco podemos olvidar que en el año 84, los mismos alumnos decidíamos si subíamos a clase o no. Se convocaban huelgas y manifestaciones, los alumnos nos reuníamos en el patio a la hora de hacer las filas y decidíamos si subíamos o no. Muchos se daban media vuelta y se marchaba y no subían a clase. Y ¿cuántas veces nos veíamos tres o cuatro alumnos en clase porque los autobuses que traían a los chicos, no habían llegado, porque las calles estaban cortadas o había manifestaciones y huelgas?

En el año 87 recuerdo que, tras un fin de semana de movidas, uno de los compañeros llegó con un ojo morado y totalmente hinchado. Cuando le preguntamos nos contó que había participado en la manifestación del día anterior y que le habían dado un pelotazo en el ojo. No lo había perdido de casualidad. Pero no se crean que lo hacía por la libertad del pueblo y por la opresión del Gobierno central. No, lo hacía por 5000 pesetas (30 euros). Un chaval de 16 años con 5000 pesetas en el bolsillo era un marajá. En eso consistía, en comprar a los manifestantes. Te ofrecían el dinero, se montaba el follón y en cuando empezaba la policía a pegar bolazos y porrazos, esos que te habían pagado desaparecían y se quedaban en primera línea los que habían cobrado. Que cobraban por partida doble, dinero y palos. Porque es verdad que la policía cargaba sin piedad.

También he de decir que me he encontrado en medio de manifestaciones, sin quererlo ni verlo, en cuestión de minutos. Y también es verdad que me he dado media vuelta, y sin correr, he salido de allí, y nunca, repito, nunca, he recibido un palo de la policía y eso que han pasado corriendo con las porras al aire junto a mí. Ellos mismos veían quienes querían follón y quienes no.

Hablaban de libertad y pedían la libertad de un pueblo que ha recibido siempre de todo. Libertad teníamos que pedir y exigir aquellos que no podíamos ni decir donde vivíamos, o no podíamos saludar a un amigo por la calle porque era un policía de paisano y fuera de servicio, pero "por si acaso".

13 de julio de 1997, hace unos días hemos celebrado el aniversario, asesinan a Miguel Ángel Blanco, concejal de Ermua y aquello supuso el "basta ya" de los vascos contra la violencia de ETA. Yo lo viví en Irlanda, donde estaba estudiando ese verano. Y puedo decir que fue portada de todos los informativos de Irlanda. A pesar de estar lejos de mi país lo viví como un punto y final. No se podía permitir más que esta gente se colocara en la cabeza de la libertad, asesinando sin motivo.

Pero el 22 de febrero de 2000, todavía tuve que sentir y ver el asesinato de Fernando Buesa en Vitoria. Eran pasadas las 4:30 de la tarde y estaba dando clase. La ventana de mi clase daba precisamente al campus universitario de Vitoria, cuando una fuerte explosión nos sacó del "aburrimiento" y pesadez de la tarde. Faltaba menos de media hora para que los chicos salieran del colegio, cuando, tras la explosión, empezó a salir un humo negro y empezaron las sirenas. La clase se acabó en ese momento. Sabíamos que algo malo había pasado. Se habían cargado a Fernando Buesa, del PSOE.

Y ahora, 20 años después, esta "lobos con piel de cordero", vienen vendiéndose como los pacíficos, los que quieren la paz y libertad del pueblo. Lo único que han conseguido es odio y violencia. Cuando viajábamos a visitar a la familia, según llegábamos al pueblo nos señalaban: "por ahí vienen los etarras", simplemente porque vivíamos en el País Vasco. San Sebastián, una ciudad bella y turística, estaba arruinada. Pocos viajaban a ella por miedo a meterse en la boca del lobo. Ahora, después de que han adoctrinado a las generaciones de jóvenes actuales, vienen señalando e indicando que su lucha tenía el sentido que han conseguido, reconocimiento. Otra mentira más. Por qué no reconocen, tanto ellos como los que estaban en el poder en aquel momento, que la "lucha" merecía la pena mantenerla porque había mucho dinero por medio. Seguridad, escoltas, armas, incluso droga se movía en aquel terreno. Todo ello generaba grandes beneficios para unos pocos y mucho dolor y miseria para la mayoría. La "kale borroka", los abertzales..., todo un negocio para unos pocos. Trataban de "adoctrinarnos", pero me da que en la mayoría de los casos no lo consiguieron. Sin embargo ahora, disfrazados de políticos, con una pistola escondida, quien sabe donde, pero no en la mano, ahora es cuando están sacando rendimiento a su "causa". Ahora van de radicales y lo que hacen es llenarse los bolsillos a costa de un Estado que dicen rechazar, pero que para su desgracia, les sigue y les seguirá alimentando. ¿Por qué no renuncian a sus pagas de un Estado opresor? No, les viene bien que España les siga pagando y les alimente. Estos son los "pacíficos" del País Vasco. Ojo con ellos.

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